Crónica: ¿Cómo es una tarde en el Corredor Javier Prado?

Hace dos semanas realice una crónica sobre el funcionamiento del, tan criticado, Corredor Azul (pueden verla haciendo CLICK AQUÍ). En diciembre del año pasado, fue implementado el segundo, y último, corredor del Sistema Integrado de Transporte (SIT), política bandera de Susana Villarán, quien por entonces era alcaldesa de Lima. Me refiero al Corredor Javier Prado, que tiene aproximadamente tres meses de funcionamiento. Hoy en día, ¿brinda un servicio de calidad?

Para dar respuesta a esa interrogante, nuevamente opté por realizar todo el trayecto del corredor, es decir, desde la avenida Elmer Faucett (San Miguel) hasta la avenida Húsares de Junín (Ate), y viceversa.

Antes de dar inicio a la crónica, debo anotar que por factores en la agenda laboral llevé a cabo el viaje de ida y vuelta en dos días:

* El jueves 19 de marzo desde el paradero Pettit Thouars hasta el patio de maniobras en Ate, para luego regresar hasta el paradero Basadre.

* El lunes 23 de marzo desde el paradero Basadre hasta el último paradero en San Miguel, para luego regresar hasta el paradero Basadre

Como podrán darse cuenta, el punto de referencia que escogí fue el cruce de las avenidas Javier Prado y Arequipa. Además, con algo de fortuna (y para dar más justicia a la crónica), inicié ambos viajes con una leve diferencia de cuatro minutos; por lo tanto, solo varió el día, quizá fue dicho factor el que marcó una gran diferencia (podrán descubrir a qué me refiero líneas más adelante).

Jueves 19

Ya en el paradero Pettit Thouars, pregunté a una fiscalizadora por los servicios que están disponibles. Me contó que desde hace 15 días (es decir, desde el miércoles 4) solo está operativo el Servicio 208, que “reemplaza al Servicio 202 y tiene el mismo recorrido”.

Pagué la Tarifa Troncal General de S/. 1,50 y subí al bus patrón a las 3:47 p.m. No tardó mucho en manifestarse el tan temible – y la vez común – tráfico vehicular. Cruzando la Vía Expresa de Paseo de la República, la cantidad de vehículos en la vía se intensificó. Tal como argumentan funcionarios de la anterior gestión municipal, el Corredor Javier Prado tiene en su mayoría a autos particulares y taxis (lo comprobé una vez más ese día).

Mientras más cerca estaba de La Molina, el personal – entre fiscalizadores y orientadores – se iba reduciendo en los paraderos. Asimismo, en más de una oportunidad el chófer se detuvo a recoger pasajeros en el medio de la pista. Ya en Ate, cualquier esquina y óvalo se convirtió en paradero, situación que se agravó en la urbanización Vista Alegre, donde los pasajeros solicitaron bajar en cualquier sitio, y el chófer los `premiaba´ concediendo dicho `beneficio´.

Exactamente, a las 4:55 p.m., después que bajó el penúltimo pasajero, llegué junto con el chófer al patio de maniobras ubicado en la avenida Húsares de Junín. Si bien, no es un paraíso (siendo honesto), cumple con su tarea: dar descanso a los trabajadores y estacionar los buses azules.

El viaje de retorno hacia el paradero Basadre fue lo peor, y es que partimos a las 4:59 p.m., llegando a mi destino a las 6:15 p.m. Además del tráfico vehicular, el bus se veía abarrotado de personas, y el chófer permitía que suban más pasajeros, o caso contrario, les pedía que “paguen y suban por la puerta de atrás”, tal como sucede a diario en unidades de transporte público (ya imaginarán cómo estaban los ánimos de los usuarios a bordo). Durante el viaje, logré escuchar de un pasajero la siguiente frase: “¿y dónde quedó la reforma?». Lamentablemente, no faltaron los conatos de bronca entre el piloto y varios clientes del Corredor Javier Prado.

Lunes 23

Esperé por el bus más de 20 minutos, pregunté a un datero cerca de la zona si conocía la razón de la demora, y me comentó que “debía haber algo de 10 buses”, “pasan cada media o 40 minutos”, agregó. Consulté más adelante con un fiscalizador, y me dijo que no era cierto, «que pasan cada cinco minutos» (al menos ese día, no fue así).

Subí al bus a las 3:43 p.m. (he ahí los cuatro minutos de diferencia). Algunos fiscalizadores que se encontraban a bordo, bajaron a entregar botellas de agua a sus compañeros en los demás paraderos (el calor está insoportable durante estos días). A diferencia del trayecto hacia Ate, la mayoría de los paraderos hacia San Miguel sí contaron con fiscalizadores y orientadores (no siempre juntos, pero definitivamente hubo más personal).

De otro lado, el tráfico vehicular se presentó pero no de modo tan grave como en el viaje que hice el jueves 19. Bajé en el paradero final (avenida Faucett) a las 4:12 p.m., y tomé el bus de regreso a las 4:22 p.m. (esta vez demoró 10 minutos y no más de 20). Exactamente a las 4:57 p.m., llegué a mi destino.

Conclusiones

– A pesar de los defectos que tiene el Corredor Javier Prado, e igual que el Corredor Azul, es un medio de transporte más seguro que las demás unidades de transporte público.

– El tiempo promedio en que circulan los buses por cada paradero, prácticamente no existe. En ocasiones es necesario esperar por largos periodos.

– Las combis, coasters y buses ajenas al SIT, invaden – sin impedimento alguno – los paraderos asignados al Corredor Javier Prado, obstaculizando la vía al chófer.

– Es notable que en dirección hacia San Miguel, el servicio es más ordenado. En cambio, hacia Ate la situación experimentada se caracteriza por la informalidad.

– Despierta suspicacias, que los choferes quieran llenar los buses al máximo. Recordemos que – en teoría – ahora se encuentran en planillas, con un salario fijo, independientemente del número de usuarios que recogen (bastante distinto al sistema comisionista – afiliador), por lo que la analogía más pasajeros:más dinero ganado carece de sentido.

– Es necesario más control y fiscalización, por parte de la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML) desde el paradero Basadre hasta el último paradero de Ate.

¿Y tú, qué opinas? Déjanos tus comentarios.

Fotos: Andina – MML